Hace unos días comencé un MOOC sobre Aprendizaje Cooperativo ofertado por el INTEF. Necesito conocer mejor todas las técnicas y métodos que se oferten para el grupo clase con el fin de poder ajustarlas a los alumnos con NEAE.
A las primeras de cambio comencé a "enredarme" con Celia, una maestra de AL a la que sigo y me sigue de hace tiempo por las redes sociales.
Un gran descubrimiento a nivel personal. Celia de Diego (@Ddmcelia) es una docente comprometida con la atención a la diversidad, que no para de formarse e informarse, que comparte todo lo que aprende y que tiene aspiraciones de un mundo más inclusivo... pero como todos los cuentos de nunca empezar, no lo consigue...
Os dejo con su relato, su experiencia cargada de deseos y de frustraciones... Una valiente reflexión que comparte con nosotros.
La inclusión según... Celia de Diego
Hace aproximadamente un mes que firmé mi segundo sexenio. En estos doce años de docencia siempre me he dedicado a la atención a la diversidad; primero enseñando nuestra lengua a niños inmigrantes llegados de Marruecos y otros países extranjeros; después ejerciendo mi especialidad: audición y lenguaje.
En todo este tiempo dedicada a la atención a la diversidad he visto y vivido pocas (por no decir ninguna) situaciones de INCLUSIÓN.
· A los alumnos con desconocimiento del idioma: se les sacaba del aula.
· A los que presentaban desfase curricular: se les sacaba del aula.
· A los de incorporación tardía al sistema educativo: se les sacaba del aula.
· A los que tenían condiciones personales o historias escolares desfavorecidas: se les sacaba del aula.
· A los que tenían necesidades educativas especiales: se les sacaba del aula…
¿Se les sacaba? No, ¡Se les SACA!
¡Vaya inclusión!
Aunque no siempre es así. Hay ocasiones en que el especialista de atención a la diversidad entra en el aula. En ese momento, en más ocasiones de las que me gustaría haber vivido, el/la PT, y/o el/la AL se convierten en “entes”. En figuras que deben limitarse a la atención de un alumno concreto (“ahí lo tienes”) sin poder aportar nada al resto del grupo ni al docente “propietario”. Y sí, digo PROPIETARIO, porque para muchos es su aula, son sus alumnos, y “aquí mando yo”.
He vivido, o me han contado, situaciones en las que el tutor expresaba de esta manera su hacer y el de los especialistas de atención a la diversidad “tú estás aquí para atender sólo a ese alumno” o “¡No, no…! treinta minutos con Juanito y otros treinta con Pepita, nada de los dos juntos una hora” (y por supuesto, yo por mi lado y tu por el tuyo…)
He visto, y sigo viendo…
¡Vaya inclusión!
A menudo nos quejamos de la falta de recursos para atender a la diversidad (y no digo con esto que no andemos escasos), nos quejamos de la ratio tan elevada del aula, de la enorme diversidad que existe en ella, de las carencias del alumnado en todas sus facetas…
Nos quejamos, si… Y sin embargo “desperdiciamos” a los especialistas de atención a la diversidad.
Nosotros no estamos solo para los alumnos con dificultades específicas, “oficiales” y declaradas en un documento. Estamos para TODOS.
Porque no debemos olvidar que todos somos individuos DIFERENTES.
Imagen de Pixabay con Licencia CCO
Diferentes en nuestro ser y nuestro sentir
Diferentes en nuestro saber, nuestro conocer y nuestro hacer
Es necesario que la atención a la diversidad se realice dentro del aula pues sólo de esa manera llegaremos a la verdadera inclusión.
Pero para llegar hasta ahí hace falta coordinación, comunicación, GANAS DE. Para llegar a eso tenemos que “bajarnos del trono” que instauramos en nuestras aulas y desde el que nos endiosamos transmitiendo conocimientos como hace cuarenta años (Sí, esto sigue sucediendo y “los diversos” no tienen hueco ahí).
Para llegar a la inclusión son necesarias políticas educativas (a nivel de centro, no hay que irse más allá) que tengan en cuenta la pluralidad. Pero que lo hagan DE VERDAD. Que se haga una gestión de recursos de todo tipo que permita la atención a la diversidad en toda su extensión.
Para llegar ahí es necesario un equipo directivo sensibilizado con las diferencias. Un equipo directivo que promueva la formación en el centro; formación encaminada a resolver las situaciones que se plantean en las aulas un día tras otro, un año tras otro…
Y también es necesario un claustro dispuesto a cambiar, a mejorar, a probar otros caminos. Un profesorado que “desempolve” sus conocimientos en pedagogía. Que rescate de ese baúl de saberes las buenas prácticas, que hoy se llaman innovadoras, pero que tienen décadas de antigüedad.
Ya no me vale el
“es que no hay espacio-tiempo-personal”.
Ya no me vale el
“siempre ha sido así”, “siempre se ha hecho así”, “el año pasado no fue tan mal”.
Nuestros alumnos no van a estar siempre ahí, ni lo van a hacer siempre así, ni van a vivenciar de nuevo el curso pasado. Les estamos quitando oportunidades para aprender. Les estamos restando capacidades que podrían desarrollar. Los estamos empujando hacia la exclusión social puesto que a ser seres sociales también se aprende, y se aprende, entre otros contextos, desde la escuela, desde el aula, desde la interacción con sus iguales.
¡Vaya inclusión!
De una maestra un tanto defraudada con el quehacer diario pero firme “creyente” del “La esperanza es lo último que se pierde”.
Celia de Diego
(@ddmcelia) en twitter
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